domingo, 24 de julio de 2011

UN REFUGIO CASTELLANO

Todos hemos sentido en alguna ocasión, al llegar a  un lugar, que este nos acogía, nos llamaba de un modo especial.
Y hace unas semanas, fue eso exactamente lo que experimenté, y de un modo muy intenso, añadiría.

Buscaba un lugar a medio camino entre Pamplona y Madrid donde perderme, pasar un fin de semana relajado y como suele decirse coloquialmente, donde “cargar las pilas”.

He de reconocer que la decisión inicial tuvo un motivo meramente geográfico. La provincia de Soria era prácticamente el punto intermedio.
Así que dado que no conocía nada de la misma, decidí buscar en ella ese lugar de relax.

Y puedo decir ahora que jamás estuve tan acertado. Casi por casualidad encontré una opción que me gustó desde el primer momento, efectué casi sin pensar mi reserva y cuando llegó el momento, inicié el camino desde Pamplona.
Aquí comenzó mi descubrimiento, durante el mismo viaje. Los paisajes que atravesó mi itinerario me sorprendieron por su verdor, su belleza y su frondosidad.
Pero desde luego, la verdadera sorpresa estaba aún por llegar.

Mi destino final era Herreros, un pequeño pueblo situado a unos 20 km de la capital Soriana.

El pueblo lo componen un núcleo de unas 40 casas, la mayoría aglutinadas en torno a la iglesia, que domina la localidad, y que data del siglo XVI.
                                             
Y entre esas casas, justo en el lindero de la villa, encontré ese rincón que buscaba, uno de esos lugares con verdadero encanto.
Se trate de “La Casa del Cura”, ( www.casadelcuraposadas.com ), un pequeño hotel con doce habitaciones, de ambiente familiar, regentado espléndidamente por Nora, una persona encantadora y que nos hizo sentir como en casa.

Está decorado de un modo rústico y sencillo, pero con mucho gusto.
El salón, increíblemente acogedor,  invita a pasar allí las sobremesas al calor de la chimenea.
                                                                            

Dispone de un jardín con una pequeña terraza del que merece la pena disfrutar

Y las habitaciones son sencillas pero igualmente acogedoras, con un detalle que me agradó sobremanera, no disponen de televisión. Es un lugar este para descansar, desconectar, relajarse y disfrutar tanto del hotel como del impresionante entorno.
                                                                         
Porque el entorno es otro de los encantos del lugar. A sólo un kilómetro y medio del pueblo, un simple paseo, encontramos el embalse de la cuerda del pozo, un lugar cuidadosamente conservado pero a la vez perfectamente equipado, con un pequeño merendero, bancos, mesas, barbacoas, etc. Un lugar ideal desde luego para disfrutar de una hermosísima naturaleza con todo la familia en un paraje natural como pocos he conocido.
Las posibilidades que nos ofrece la zona son innumerables. A sólo cinco minutos  tenemos Abéjar, un pueblo solo algo mayor que Herreros, con otra de esas pequeñas pero impresionantes iglesias y en el que tuve la acertada decisión de hace una parada para comer en el hotel La Barrosa, sorprendente por la calidad de su cocina, y como no podía ser menos en la comarca, por su bodega y desde luego que puedo afirmar que la cuenta no asustará a nadie ni mucho menos, más bien todo lo contrario.

Fue después de dar cuenta, entre otras cosas de un espectacular chuletón de buey cuando de regreso a la Casa del Cura pude disfrutar de uno de esos momentos que nos regalamos los amantes de los habanos.

Tomé asiento en el coqueto jardín que ya he mencionado, y contemplando el paisaje y sin mas ruido que el que producía la brisa al agitar las hojas, encendí un Punch Gran Robusto Edición Exclusiva para España, cigarro que acompañé de un humilde vaso de agua con gas pero que fue el maridaje perfecto para la ocasión.
Otro de los lugares que merece la pena visitar en los alrededores es la zona de Playa Pita.
Tanto el lugar en sí como el camino hasta alcanzarlo son dignos de contemplar. Es perfectamente accesible en coche, pero sin duda la zona hará las delicias de los amantes del senderismo o la bicicleta, pues ofrece una gran variedad de rutas y posibilidades.

Y como no, lugar de visita obligada es Calatañazor, localidad de gran importancia histórica y belleza sin par.

Desde luego el objetivo de relax y descanso que buscaba lo cubrí con creces, y el lugar no pudo ser más acertado, acogedor, agradable y con una atención claramente sobresaliente.
Tengo por seguro que es una experiencia que recomiendo y que yo al menos repetiré.
Fue sin duda alguna, todo un placer.

martes, 5 de julio de 2011

DE MARIDAJES. CABALLERO ESPAÑOL, SEÑORIO ESCOCES

Tarde de domingo, buena temperatura, bueno dos o tres grados menos no habrían estado mal, y nuestro campeón Nadal enfrentándose a quien le acababa de arrebatar su trono en su quinto partido como finalista del torneo de Wimbledon.

Y para acompañar a la ocasión, elegí un maridaje especial. Como cigarro, sobre la mesa, un Sancho Panza Quijote Edición Regional exclusiva para España, y junto a él la estilizada y elegante botella de Macallan 12. Todo un reto.

Este whisky es un escocés de la zona de Speyside, muy suave, con recuerdos a miel y con notas muy cremosas y dulces. De intensidad media, casi sin turba y sin notas salinas o yodadas.

                                                         

El cigarro escogido pertenece a una de las ediciones regionales que últimamente viene produciendo Habanos S.A., ediciones estas cuya comercialización se circunscribe a una zona geográfica determinada. Aquí en España hemos disfrutado ya de un Punch, un Alejandro Robaina y ahora este Sancho Panza, y en Oriente Medio por ejemplo se comercializaron los imponentes Phoenicios de Ramos Allones, de los cuales pude hacerme con una caja y que eran sencillamente sublimes, es más aún me queda un ejemplar que estoy añejando en mi humidor y que de cuando en cuando admiro.

El Sancho Panza Quijote es un cigarro con vitola de galera Prominente, un cepo 49 y una longitud de 194mm.
De aspecto elegante e imponente a la vez, capa color carmelita clara y un aroma en frio intenso a tabaco y cuero.

         

Una vez encendido su tiro se adivina correcto, no se puede pedir más a un cigarro con esta vitola, y la combustión es un poco irregular, necesitando durante la fumada de un par de correcciones.

En su primer tercio advertimos un leve amargor, notas especiadas y sabores vegetales.
En esta parte de la fumada, al conjugarlo con el Macallan, predomina este último, algo normal, acentuándose las notas amaderadas del whisky pero dejándonos al final un posgusto con puntas dulzonas que vaticina algo muy interesante.
                                                   

En el segundo tercio se incrementa el amargor, aparece la madera y se hacen más patentes las notas vegetales y especiadas con algunas puntas dulces.
Es aquí donde vemos como la combinación con el espirituoso se vuelve armoniosa, fundiéndose esas notas vegetales a la perfección con el sabor del mismo, siendo el posgusto muy agradable y con notas dulzonas.

Ya en el tercer tercio los sabores del cigarro se vuelven más profundos, aumentando el sabor a tabaco y la madera, pero manteniendo las notas vegetales que son una constante en toda la fumada. Aquí el cigarro gana en fortaleza y a la hora del maridaje predomina un punto por encima del Macallan, pero la combinación sigue siendo muy muy agradable.

La bocanadas fueron amplias y profundas durante toda la fumada, aproximadamente una hora y cuarto, llenas de sabor en todo momento.

Un maridaje que realmente me agradó y satisfizo plenamente, y que me ayudó a sobrellevar la tarde a pesar de la derrota de nuestro campeón, aunque como siempre cayó como lo que es, un autentico ganador. Otra vez será Rafa, pero aun así, fue, todo un placer.