domingo, 30 de marzo de 2014

DE MARIDAJES. BULERIAS A RITMO DE SON


Hoy llego a este espacio dispuesto a compartir un momento y un maridaje que considero prácticamente inigualables.

Después de un agradable paseo con un tiempo primaveral increíble y una comida más que satisfactoria, a la sobremesa me esperaban dos autenticas joyas.

El cigarro elegido, una de las pirámides de referencia en el vitolario y que tuve la suerte de conocer hace ya varios años cuando fue presentado en España de la mano del Club Pasión Habanos. Me refiero al Partagás Serie P 2. Y el destilado, un brandy muy especial y al que además tengo especial afecto por proceder de la tierra que me vio nacer y por haberme acompañado durante mi periplo por tierras de Asia central hace ahora dos años.

La vitola de galera del cigarro es Pirámides, con una longitud de 156mm y un cepo 52. Un cigarro muy bonito, con la elegante anilla roja de la marca y una hermosa capa carmelita.

En frio nos deja aromas a tabaco intenso, tierra y cuero.

El brandy es una autentica maravilla. La evolución de un clásico de las bodegas Gonzalez Byass que ha sabido dar un toque especial y exclusivo al ya de por si excepcional brandy Lepanto, brandy que me trae muchos recuerdos, pues casi desde que tengo uso de razón lo he visto en las vitrinas de casa y en manos de mi padre. Me estoy refiriendo al Lepanto PX.

Es este un brandy que añade a los doce años de añejamiento en botas que previamente han contenido Tio Pepe, otros tres años en botas cuyo contenido previo ha sido nada más y nada menos que el mejor Pedro Ximénez de la bodega, Noé, un vino por cierto para el cual faltan palabras a la hora de describirlo.

Este brandy, de color ambar oscuro con algunos ribetes caoba, es muy limpio en fase olfativa, dejándonos profundos recuerdos a madera, muy suave y sedoso. En boca es extremadamente elegante, ligeramente abocado, con recuerdos a pasas y un leve retrogusto a frutos secos finalizando con alguna nota a cacao.

Para terminar de cerrar el circulo, durante este momento casi perfecto, el ambiente lo completó como no podía ser de otro modo una recopilación de son cubano de la mano de Compay Segundo.

El corte del cigarro lo efectué con un cortapuros de doble hoja, y el encendido con un encendedor torch de tres llamas.

Las bocanadas fueron amplias y muy aromáticas desde el primer momento. Al inicio percibí ciertas notas amargas con recuerdos a tierra y especias.

En este punto inicial de la fumada, la combinación con el brandy nos adelanta ya una muy prometedora conjunción de sabores. Al mezclar ambos nos deja en boca un agradable sabor que recuerda al que nos queda cuando saboreamos un poco de chocolate negro amargo.
                                                      

En el segundo tercio desaparecen prácticamente esas puntas amargas, haciéndose patente la madera y algunos recuerdos tostados. En este punto, la experiencia comienza a acercarse a la perfección, y el sabor intenso a tabaco y la fuerza del brandy se conjugan para dejarnos una sensación suave y aterciopelada como pocas veces podemos llegar a percibir.

Ya en la última parte de nuestro cigarro notamos como aumenta la fortaleza e intensidad de los sabores, apreciándose la tierra y las especias, así como el sabor intenso a tabaco. Pero esa intensidad queda elegantemente atemperada por el suave dulzor del brandy.
Y así, lentamente, entre los acordes de esa maravillosa música cubana, el aroma del cigarro y la elegancia del brandy, pase la sobremesa deleitándome con un maridaje que realmente recomiendo probar y que me regaló un momento que ha sido todo un placer.
 
 

domingo, 16 de marzo de 2014

DE RECETAS. CON SABOR ITALIANO ( II )


Hoy volvemos de nuevo al mundo de la cocina con una receta tan sencilla como sabrosa. Y por que no decirlo, que a más de uno sorprenderá.

Son muchas, decenas, tal vez cientos las formas diferentes que hay para preparar la pasta, y una de las más comunes es a la carbonara. Pero este modo de preparación, cuando se trata del tradicional, dista mucho de aquel al que estamos habituados y que es el más extendido. De hecho ha despertado mi curiosidad el origen de esa desviación de la receta original.

Generalmente asociamos carbonara con nata, y nada más lejos de la realidad. La carbonara tradicional es mucho más simple y más sabrosa.

Para preparar la salsa necesitamos 4 huevos, 100 gramos de panceta, 80 gramos de queso parmigliano regiano o pecorino ( en mi caso use el parmigliano ), pimienta negra molida, un par de dientes de ajo, sal y aceite de oliva.

Como he dicho es una receta muy sencilla, pero al mismo tiempo podríamos calificarla de exigente, pues no admite ninguna concesión a la hora de los tiempos.

En primer lugar ponemos en una cacerola agua a hervir y le añadimos un pequeño chorro de aceite. Mientras el agua alcanza el punto de ebullición cortamos los dos dientes de ajo y los pasamos por una sartén con aceite de oliva. El tiempo justo para que se doren y dejen su aroma.

Troceamos la panceta y la doramos en el aceite donde hemos hecho lo propio con el ajo.  Una opción es añadirle un poco del agua con la que estamos cociendo  la pasta y una cucharadita de mantequilla un par de minutos antes de que la pasta está al dente. De este modo conseguiremos mantecar un poco la panceta.

Una vez dorada la panceta y mientras la pasta alcanza su punto, separamos las yemas de los huevos y las batimos junto con la pimienta y el queso, reservando un poco de este para decorar el plato.
                                                                            
Es importante utilizar pasta de calidad y respetar los tiempos de cocción de esta, evitando que se nos pase.

Una vez la pasta este en su punto llega el momento más importante de esta elaboración.

Escurrimos la pasta y la mezclamos inmediatamente con las yemas de los huevos, de tal modo que estas se cocerán con el calor que emana esta.

Servimos en el plato y le añadimos la panceta y un poco del queso que habíamos reservado y de pimienta. Yo le añado un para rematar poco de sal Maldom.
                                                        
 Y ya tenemos nuestro sencillo pero delicioso plato de pasta a la carbonara. Como dije al principio una elaboración esta que no tiene nada que ver con la que estamos acostumbrados pero que les aseguro que será todo un placer.
 

domingo, 2 de marzo de 2014

DE MARIDAJES. PLENA MADUREZ


Llegó un nuevo fin de semana y una vez más mi visita al estanco me proporcionó un nuevo reto.

En este caso,  y cayendo en la tentación de adentrarme en el mundo de las novedades no pude evitar hacerme con varias unidades de un cigarro que por ahora culmina una gama que me ha proporcionado no pocas satisfacciones y momentos inigualables.

Me refiero al Montecristo Doble Edmundo.

En primer lugar, y para ser completamente honesto, he de decir que hace ya algunos años, cuando los primeros Montecristo Edmundo llegaron a las estanterías de nuestros estancos mi sentimiento después de probarlos fue de decepción, opinión que compartieron conmigo varios aficionados . Sin embargo, y con el paso del tiempo el cigarro fue ganando en características y sensaciones, llegó su hermano pequeño, el Petit Edmundo, y se repitió la historia, pero desde entonces hasta hoy han evolucionado de tal forma que al menos en mi caso, se han convertido en unos de esos cigarros cuya presencia es constante en mi humidor.

Y ahora, ha llegado la madurez de la serie  con un cigarro que en mi modesto entender está llamado a convertirse en toda una referencia de la marca, a la altura de los grandes cigarros míticos de esta, como puede ser el Montecristo nº2.

El Gran Edmundo es un cigarro cuya vitola de galera es “Dobles”, con una longitud de 155mm y un cepo 50.

Una de las primeras cosas que nos llaman la atención a la vista es la nueva anilla, en la que destaca la flor de lis con un pequeño relieve y en dorado. Su aroma en frio me deja recuerdos a madera, cuero y cacao.

Es un cigarro de aspecto bonito, elegante, suave al tacto y esponjoso.

Para acompañarlo elegí un single malt  a la altura de las circunstancias, un Glenlivet 18 años.
                                                                                      

Es este un destilado muy singular y elegante, con un bonito color oro viejo. En nariz nos deja recuerdos florales con notas dulces, a toffee, cacao y pasteleras.

En boca es complejo y elegante, siendo muy suave y agradable, repitiendo esas notas dulces, a caramelo y teniendo un final largo y con un leve toque seco.

El cigarro nos deja desde el primer instante una bocanada amplia y untuosa, apareciendo en el primer tercio algunas puntas dulces, a madera  y leves recuerdos a cacao. En este periodo el malta predomina ligeramente sobre el cigarro, acentuando esas notas amaderadas y dejándonos algún punto salino.
La combustión y el tiro son sencillamente perfectos desde el primer momento, no siendo necesario rectificación alguna durante toda la fumada.

La evolución del cigarro es lineal y estable, e incluso es dificil apreciar notas muy diferenciadas en los diferentes tercios mas allá de percibir como van acentuándose los sabores percibidos durante el primer tercio, pero siguiendo una línea ascendente en sensaciones y alcanzando un punto muy especial . Es aquí cuando empezamos a percibir la magnífica combinación de este cigarro con el destilado. Las puntas dulces y de cacao del Montecristo combinan a la perfección con el caramelo y las notas pasteleras del whisky, dejándonos una sensación en boca muy redonda  y agradable.
                                                             

Ya en el tercer tercio, donde el cigarro nos muestra toda su fortaleza, los sabores se hacen mucho más patentes, volviéndose más cremoso y dejándonos el característico aroma de los Montecristo. Y aquí continúa ese perfecto balance entre nuestro habano y el malta elegido, haciéndonos tener esa sensación que todos en algún momento hemos tenido de desear que nuestra fumada no acabe y haciendo que la hora casi y media que dura este cigarro se nos haya hecho más corta de lo deseable.

Pero sin duda esta es una muy recomendable sensación, pues por un lado es señal de un maridaje muy acertado, y por otro ya que nos quedamos con ganas de más de seguro repetiremos este momento que ha sido como siempre, todo un placer.