Después de meses sin volver y tras un periodo ajetreado y lleno de cambios
y nuevas experiencias, cambiamos las temperaturas gélidas del norte de Europa y
el cielo permanentemente cubierto por la incomparable luz de la ciudad de
Málaga y su agradable clima.
Y todo para poder pasar al menos la Navidad con los nuestros disfrutando
con ellos de un merecido aunque breve descanso.
Muchas eran las cosas que anhelábamos y echábamos de menos, sobre todo si
nos referimos al apartado gastronómico, pues no deja de ser una gran verdad
cuando decimos que no somos conscientes del tesoro que significa la gastronomía
y los productos de que disfrutamos en España.
Con todo esto, quiero aprovechar hoy este espacio para referirme a un local
pequeño, pero muy agradable y coqueto, que llevaba mucho tiempo queriendo
visitar, pero que por diversas circunstancias ( principalmente porque en varios
de mis intentos era imposible lograr ni siquiera un sitio en la barra ), hasta
el momento no había tenido la ocasión ni el placer de hacerlo.
Se trata de una taberna de nombre taurino, el Volapié. ( www.tabernadelvolapie.com )
Está situada en una de las zonas más concurridas de Málaga, concretamente
en calle Strachan, junto a la archiconocida calle Larios.
El local no es muy grande, pero si muy acogedor, dispone de una agradable
terraza de la que es una delicia disfrutar incluso en invierno.
El personal que nos atendió lo hizo magníficamente y la carta, aunque no
demasiado extensa, lo cual en la mayoría de las ocasiones lo considero un
acierto, muy completa y con algunas referencias dignas de recordar y repetir,
como fue el caso del atún ahumado con mermelada de tomate o los sencillos pero
espectaculares mejillones al vapor.

He de decir que la primera experiencia fue tan grata que a los tres días
regresamos con algunos familiares para poder compartir con ellos nuestro
descubrimiento.
Como he mencionado tanto el atún ahumado como los mejillones nos sorprendieron muy
gratamente, y no pudimos dejar de pedirlos en nuestra segunda visita, platos
que acompañaron una no menos acertada Berza de Jerez ( plato obligado pues el
autor de estas líneas nació en dicha ciudad ) y unas croquetitas de rabo de
toro.
Todo ello regado con un Carramimbre Roble muy correcto.
Por supuesto, a la comida siguió una interesante sobremesa en otro de los
lugares emblemáticos de la Málaga actual y que es también de obligada visita
cada vez que regreso, me refiero, como no, al muelle1.
Es un autentico lujo poder disfrutar en pleno mes de Diciembre de una
terraza, música en directo…y todo ello acompañado de una copa de Lagavulin 16 y
un H. Upmann Magnum 50.
Desde luego, y más que nunca, todo un placer.