En un mundo dominado por la tecnología, las cadenas de montaje, la producción en serie y la informática aún podemos sorprendernos al contemplar productos, los menos desgraciadamente, en cuya elaboración solo interviene la mano del hombre. Unas manos entregadas, sufridas, diestras y pacientes como las que elaboran los habanos.
Porque los habanos son de esas escasas obras de arte elaboradas totalmente a mano. Desde que el veguero planta la semilla de la Nicotiana Tabacum hasta que los cigarros están listos para que podamos disfrutar de su sabor y su aroma, habrán sido necesarias más de 160 labores, todas manuales.
El proceso de elaboración de los cigarros se puede dividir en once fases, estas son, la preparación de la tierra, la siembra, el cultivo, el desbotone, la recolección, la curación, la fermentación, la escogida, el torcido, la maduración y el etiquetado.
Las tierras del mejor tabaco del mundo se ubican en el extremo oeste de la isla de Cuba, en las famosas vegas de Vuelta Abajo, en la provincia de Pinar del Rio. Dos tipos de plantas de tabaco son utilizadas en la elaboración del Habano: el corojo del que se obtienen las hojas para la capa y el criollo de sol, del que se obtienen las hojas para la tripa y el capote. El cultivo de corojo se planta bajo lonas de algodón, “los tapados", a fin de proteger las plantas del exceso de sol, vientos y parásitos, y permitir así que las hojas tengan una apariencia uniforme y textura suave y sedosa; cada planta proporciona 16 ó 17 hojas (que permitirán la elaboración de unas 30 capas). El criollo de sol crece a la intemperie con 12 ó 13 hojas.
El proceso de elaboración de los habanos se inicia con la selección y preparación de los terrenos; estos se eligen evitando los que tengan pendientes muy pronunciadas para evitar el arrastre de las semillas. Las raíces de las plantas de tabaco son muy delicadas y requieren suelos sueltos para poder desarrollarse. Para ello, el veguero rotura sus campos repetidas veces, convirtiendo la vegetación en un nutriente natural del suelo. A fin de evitar que la estructura del suelo se altere, solo se utiliza la tracción animal, algo a todas luces inusual hoy día.
Las minúsculas semillas de la planta del tabaco, se tratan durante 45 días y se plantan en fila recta. Las semillas se plantan en septiembre y cosechan en febrero, siendo inspeccionada cada planta unas 150 veces por los vegueros.
Tras 35 días, hacia la segunda quincena de octubre, las plantas de tabaco alcanzan unos 15 a 20 cm de alto y se denominan posturas; Es entonces cuando se procede a su trasplante a las vegas definitivas; las tierras ya han sido enriquecidas con carbonato de calcio, abono orgánico y otros. Esta fertilización se repite a los 10 y a los 25 días.
Una vez efectuado el trasplante de las posturas a las vegas, se inicia el cultivo y el aporque, a fin de eliminar las malas hierbas y facilitar el desarrollo de la plantación y el crecimiento de las plantas de tabaco. Así, durante los 45 o 50 días que éstas necesitan para alcanzar su completa madurez, cada una es visitada regularmente a fin de realizar labores de azada y control de las plagas, y sobre todo, para eliminar sus yemas terminales y axilares. La terminal se elimina para estimular el crecimiento de las hojas, lo que provoca la aparición de hijos o yemas axilares, que serán separadas también, es lo que se conoce como el desbotone del tabaco.
En este punto debemos decir que la variedad criollo es la única típica del genuino tabaco Cubano. A diferencia del corojo, las plantas de criollo se exponen al sol para lograr la más amplia variedad e intensidad de sabores que después se utilizarán en las diferentes ligas que utilizan los Habanos.
La planta Corojo toma su nombre de la famosa plantación "El Corojo", donde se desarrolló esta variedad de semilla; sus hojas sólo se destinan a la capa del cigarro. Su producción es más costosa la de las otras variedades. Las hojas de las plantas de corojo se agrupan en siete niveles según su posición en el tallo o posición foliar, a fin de su recolección y clasificación. Las capas se clasifican por colores: claro, doble claro, colorado claro, colorado maduro y maduro.
Poco después de la siembra del corojo, que puede alargarse unos 40 días, hombres en zancos cubren las plantaciones con unas enormes telas de algodón para proteger la vega.
El ciclo de recolección dura aproximadamente 40 días, y se inicia cincuenta días después de la siembra; es este un trabajo muy duro: las hojas hay que recogerlas una a una y a mano, y como máximo dos o tres a la vez. Cada planta de corojo tiene 8 o 9 pares de hojas; las hojas están situadas en niveles distintos (de abajo arriba: libre de pie, uno y medio, centro ligero, centro fino, centro gordo y coronas). Las hojas de cada nivel se recogen de forma independiente, cuando están maduras, a intervalos de 6 ó 7 días.
Las plantas de la variedad criollo poseen 6 o 7 pares de hojas que se clasifican en ligeros, secos y volados; las hojas situadas al pie de la planta ofrecen un sabor más suave, por ser las de más tiempo y las más sombreadas. Más arriba en la planta, las hojas tienen mayor fortaleza, al estar más expuestas a la luz solar. El ligero se obtiene de las hojas superiores y es más aromático; el seco, así es como se denomina al de las hojas intermedias, es más ligero y de aroma más sutil; al procedente de las hojas inferiores de la planta se le llama volado, es menos aromático y su función principal es asegurar que el cigarro arda correctamente.
Las hojas, tanto las de corojo como las de criollo, son llevadas a las casas de tabaco para su desecación natural previa a la fase de fermentación. Las casas se orientan de Este a Oeste, a fin de que el sol solo caliente el frente y la trasera al amanecer y al atardecer; las casas de tabaco están cerradas mientras dura la curación de las hojas.
En las casas del tabaco, los trabajadores vigilan la humedad, la temperatura y las lluvias; según varíen estos factores, abren y cierran sus puertas.
El tabaco se cura o seca al aire durante unos 50 días; este proceso, largo y natural, es supervisado de forma constante para asegurar la temperatura y humedad óptimas; las hojas ensartadas, se sitúan cerca del suelo y, cuando se van secando, se suben a la parte superior de la casa del tabaco. Primero las hojas adquieren un color amarillo y luego, gracias al proceso de oxidación y pérdida de la clorofila, toman el color dorado-rojizo que indica que están listas para la primera fermentación del tabaco. Tras el proceso de secado se procede al zafado o amarre del tabaco.
Después del secado, se procede al zafado o amarre del tabaco; de esta fase depende, en gran parte, la calidad del futuro Habano.
Las hojas ensartadas en los cujes se bajan. Si se trata de hojas procedentes de plantas de corojo, la bajada se realiza por la mañana, cuando no hace mucho calor; en otro caso, al contacto de la mano, la hoja de tabaco puede quebrarse si está demasiado seca.
Una vez curadas, las hojas de tabaco de cada cuje se amarran en mazos llamados gavillas, y son trasladadas a casas de fermentación; las gavillas se colocan en pilones.
La primera fermentación comienza con la propia humedad presente en las hojas y puede durar hasta 30 días.
Los pilones son supervisados de forma constante. Si la temperatura del tabaco supera los 35ºC se deshace el pilón y se sacuden las hojas antes de apilarlas de nuevo.
Una vez finalizada la fermentación las hojas pasan al taller de escogida. Allí sufrirán un largo proceso con labores conocidas como manojeo, despalille, planchado, enterciado, etc. después del cual las hojas de tabaco estarán listas para el torcido, fase durante la cual nuestros cigarros tomarán la forma con la cual llegarán a nuestras manos.
El torcido del cigarro se realiza en la galera. Los torcedores, clasificados según su destreza, crean las distintas vitolas y marcas de Habanos. La "carrera" de un maestro torcedor, comienza con al menos 2 años de aprendiz. Los que superan esta categoría, deberán trabajar mínimo 6 años más, para dominar todas las modalidades que existen. Los criterios de ascenso son muy rigurosos y pueden tardarse 20 años en alcanzar la categoría de maestro torcedor.
Pero esa parte la dejaremos para otra ocasión. Como vemos y relaté al comienzo, cuando tenemos en nuestras manos un habano, estamos contemplando el trabajo duro y sufrido de muchas manos, manos que sin duda lo son de verdaderos artistas, manos que trabajan para hacernos llegar algo que es todo un placer.
Todos los días se aprende algo. Me ha gustado
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