Hoy llego a este espacio
dispuesto a compartir un momento y un maridaje que considero prácticamente inigualables.
Después de un agradable paseo con
un tiempo primaveral increíble y una comida más que satisfactoria, a la
sobremesa me esperaban dos autenticas joyas.
El cigarro elegido, una de las
pirámides de referencia en el vitolario y que tuve la suerte de conocer hace ya
varios años cuando fue presentado en España de la mano del Club Pasión Habanos.
Me refiero al Partagás Serie P 2. Y el destilado, un brandy muy especial y al
que además tengo especial afecto por proceder de la tierra que me vio nacer y
por haberme acompañado durante mi periplo por tierras de Asia central hace
ahora dos años.
La vitola de galera del cigarro
es Pirámides, con una longitud de 156mm y un cepo 52. Un cigarro muy bonito,
con la elegante anilla roja de la marca y una hermosa capa carmelita.
En frio nos deja aromas a tabaco
intenso, tierra y cuero.
El brandy es una autentica
maravilla. La evolución de un clásico de las bodegas Gonzalez Byass que ha
sabido dar un toque especial y exclusivo al ya de por si excepcional brandy
Lepanto, brandy que me trae muchos recuerdos, pues casi desde que tengo uso de
razón lo he visto en las vitrinas de casa y en manos de mi padre. Me estoy
refiriendo al Lepanto PX.
Es este un brandy que añade a los
doce años de añejamiento en botas que previamente han contenido Tio Pepe, otros
tres años en botas cuyo contenido previo ha sido nada más y nada menos que el
mejor Pedro Ximénez de la bodega, Noé, un vino por cierto para el cual faltan
palabras a la hora de describirlo.
Este brandy, de color ambar oscuro con algunos ribetes caoba, es muy limpio en fase
olfativa, dejándonos profundos recuerdos a madera, muy suave y sedoso. En boca
es extremadamente elegante, ligeramente abocado, con recuerdos a pasas y un
leve retrogusto a frutos secos finalizando con alguna nota a cacao.
Para terminar de cerrar el
circulo, durante este momento casi perfecto, el ambiente lo completó como no
podía ser de otro modo una recopilación de son cubano de la mano de Compay
Segundo.

El corte del cigarro lo efectué
con un cortapuros de doble hoja, y el encendido con un encendedor torch de tres
llamas.
Las bocanadas fueron amplias y
muy aromáticas desde el primer momento. Al inicio percibí ciertas notas amargas
con recuerdos a tierra y especias.
En este punto inicial de la
fumada, la combinación con el brandy nos adelanta ya una muy prometedora
conjunción de sabores. Al mezclar ambos nos deja en boca un agradable sabor que
recuerda al que nos queda cuando saboreamos un poco de chocolate negro amargo.
En el segundo tercio desaparecen prácticamente
esas puntas amargas, haciéndose patente la madera y algunos recuerdos tostados.
En este punto, la experiencia comienza a acercarse a la perfección, y el sabor
intenso a tabaco y la fuerza del brandy se conjugan para dejarnos una sensación
suave y aterciopelada como pocas veces podemos llegar a percibir.
Ya en la última parte de nuestro
cigarro notamos como aumenta la fortaleza e intensidad de los sabores, apreciándose
la tierra y las especias, así como el sabor intenso a tabaco. Pero esa
intensidad queda elegantemente atemperada por el suave dulzor del brandy.
Y así, lentamente, entre los acordes de esa
maravillosa música cubana, el aroma del cigarro y la elegancia del brandy, pase
la sobremesa deleitándome con un maridaje que realmente recomiendo probar y que
me regaló un momento que ha sido todo un placer.