Abordar un asunto como los maridajes en el mundo de los habanos es algo no solo complejo sino casi osado, me atrevería a decir, pues entrar en el tema del paladar es hacerlo en el terreno de las apreciaciones y gustos personales de cada uno.
Aun así, trataré de entrar en el tema, pero solo con la intención de dar unas directrices o ideas básicas que puedan servir de guía o referencia inicial a cualquiera que desee introducirse en este mundo.
No pretendo ni mucho menos sentar cátedra ni dar una lección magistral, ( no me considero preparado para ello en absoluto ), solo transmitir esas normas que un día alguien me mostró y que me abrieron la puerta a toda una nueva gama de sensaciones.
Para empezar citaremos cuales son los sabores básicos o primarios, a saber, amargo, ácido, dulce y salado. Estos sabores somos capaces de distinguirlos gracias a unos “sensores” que tenemos en la lengua, aproximadamente unos 10000, llamados papilas gustativas.
Pero, la primera pregunta que nos viene a la mente es, ¿en qué consiste un maridaje?
En nuestro caso estamos hablando de maridar un cigarro con un licor, y lo que pretendemos con ello es lograr una armonía o complementariedad entre los sabores de ambos.
Se trata en definitiva de que al combinar un trago de nuestra bebida con la bocanada del cigarro, ambos se fundan en nuestra boca sin que ninguno de los dos tape el sabor del otro o predomine en demasía.
Como ya he comentado al inicio, el maridaje es básicamente una cuestión de gustos, y aquí en principio, todo vale, aunque podemos tratar de establecer unos criterios básicos o elementales.
A la hora de elegir la bebida que acompañará a nuestro cigarro, debemos evitar las bebidas carbonatadas o los vinos espumosos, pues las burbujas afectan a las papilas alterando la percepción de los sabores. Así mismo también podemos considerar una mala elección los licores tipo crema o aquellos excesivamente dulces.
Otro aspecto a tener en cuenta será la temperatura, las bebidas demasiado frías no nos proporcionaran un maridaje adecuado.
Tampoco son buena elección los licores excesivamente fuertes de frutas o plantas, pues mermarán nuestra capacidad para percibir aromas.
Como resumen a lo que hemos expuesto, podemos concluir que la norma básica general es evitar todas aquellas bebidas que por sus características afecten a las papilas, todo ello con la finalidad de poder captar los sabores de la forma más limpia posible.
Llegados a este punto alcanzamos el asunto más complicado. Tenemos nuestro cigarro, cigarro cuyas características conocemos por experiencia previa o por referencias, y que hemos elegido según nuestras preferencias, por marca, tiempo que disponemos para la fumada, formato, etc. Y ahora hemos de decidir cómo lo acompañaremos.
La elección habrá de ir en función de las características del cigarro, así, como norma general, para un cigarro de fortaleza alta y complejo, buscaremos un destilado sabroso, potente y de gran cuerpo, pero siempre tratando de mantener ese equilibrio del que hemos hablado. Por el contrario, para cigarros de fortaleza media o suave, la elección debería ser un destilado de menor graduación o más untuoso.
¿Pero qué destilado elegir? Esa decisión estará condicionada casi en su totalidad por el gusto personal, pues además dentro de cada tipo de destilado clásico, ron, brandy, whisky o coñac, encontramos la suficiente variedad para buscar el compañero ideal para nuestro cigarro. Esos cuatro grupos de destilados que he mencionado son los más adecuados para buscar buenos maridajes, no me atrevo a mencionar ninguno de ellos en especial, pues con todos he encontrado combinaciones excelentes.
La experiencia será la que nos irá diciendo qué maridajes son los adecuados, teniendo en cuenta las normas elementales que hemos citado y nuestras preferencias poco a poco iremos aprendiendo a conjuntar nuestros cigarros, a apreciar la mezcla de sabores y a descubrir parejas realmente maravillosas.