domingo, 12 de agosto de 2012

EL PLACER DE LO SENCILLO


En más de una ocasión he hablado o realizado algún comentario sobre lo que yo llamo “mi refugio”, aunque alguien en ocasiones lo califica como “mi cueva”. Pero dejando a un lado el cómo lo llamemos, lo cierto es que todos tenemos un lugar que es especial en cierto modo. Un lugar en el que nos sentimos particularmente cómodos, en el que nos gusta sentarnos a disfrutar de lo que más nos gusta, a pensar… o simplemente a dejar pasar el tiempo relajándonos.

No importa como sea su aspecto, como esté decorado, lo grande que sea… lo importante es cómo nos sentimos cuando estamos en ese lugar.  Puede ser un viejo sillón en una esquina de nuestro salón, una pequeña biblioteca o despacho… y en mi caso, es mi terraza.

No es que sea muy grande ni espectacular, pero tiene algo que lo considero todo un lujo, y es que puedo disfrutarla prácticamente todos los días del año. Ventajas de vivir en un lugar con un clima privilegiado. Pero como ya he apuntando, lo importante no es como sea, sino las sensaciones y experiencias que me proporciona “retirarme” a ese lugar.

Lugar que por fin, después de casi nueve años he podido reformar tratando de hacerlo más acogedor. Pero aun durante ese proceso de reforma, y entre polvo, ladrillos, pintura y latas, he seguido disfrutando de ella. No he necesitado más que una silla de plástico, una lata de pintura empleada como mesa improvisada, un palé donde apoyar una lámpara con su solitaria bombilla al aire y, por supuesto, la compañía de mi mujer.

Ah, y como no, un buen cigarro que disfrutar mientras hablábamos o me sumergía en una interesante lectura, como no, otra de mis pasiones.

Nuestro momento preferido es al anochecer, cuando la temperatura es algo más que agradable y podemos disfrutar de una rato de tranquilidad.

Un cigarro muy recurrente para esos momentos, por tamaño y características ha sido el Macanudo 1968 Titán. Una de mis incursiones en el mundo de los cigarros no originarios de Cuba. Y como compañera, ideal por su cuerpo, sabor, y perfecta para las temperaturas de esta época del año, una Alhambra 1925 bien fría.


Es este un cigarro cuyo aspecto impone. Con una longitud de 102mm y un cepo 60 su porte es muy diferente de los cigarros más habituales, provisto además de una bonita capa color colorado oscuro.

Su aroma en frio nos proporciona notas muy profundas a cuero y cacao. A la hora del corte y el encendido, y dado el cepo, mi recomendación sería emplear un cortapuros del tipo tijera y un encendedor torch.  Al menos fue así como yo lo hice y no tuve ningún problema.
                                                                               
Prácticamente desde la primera bocanada, estas son muy amplias y sabrosas, con un intenso sabor a tabaco, notas tostadas y cacao.

Por el contrario de lo que pudiera parecer, su fortaleza podemos considerarla, al menos durante lo dos primeros tercios, entre media y media-alta

Como es lógico en un cigarro de sus características, el tiro es excelente durante toda la fumada, y la combustión bastante pareja y buena.

Es un cigarro bastante lineal en sabores y sensaciones, que acaba dejándonos ciertas notas picantes y algún que otro recuerdo tostado muy al final de la fumada, pero que mantiene durante permanente ese sabor a tabaco y a cacao intensos.

Probablemente no sea un cigarro muy popular, pero que puedo recomendar sin temor a equivocarme a los amantes de las sensaciones más intensas.

Un buen compañero para esos momentos de descanso en “mi refugio” que ya sea en su aspecto anterior, ahora en mitad de la obra, o cuando esta haya acabado, será testigo de momentos realmente placenteros e inigualables.

Y todos serán, como siempre, todo un placer.

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