Tras un periodo algo incierto, de ajetreo,
incertidumbre, nervios y más estrés del que hubiera sido deseable parece que
las cosas poco a poco vuelven a su cauce y a la normalidad. Y de nuevo puedo
volver a ocuparme de este espacio.
Circunstancias profesionales nos
han llevado a mí y a los míos lejos de España, prácticamente al corazón de
Europa; pero si hace ya más de un año, mi estancia en un lugar mucho más remoto
y “complicado” no fue suficiente para abandonar mi quehacer bloguero, mucho
menos lo haré ahora. Y esta nueva andadura no es sino, como reza el
encabezamiento, una forma de ampliar horizontes y buscar nuevas experiencias
con las que disfrutar. Primero viviéndolas y por supuesto después
compartiéndolas con todo aquel que se asome a esta pequeña parcela.
Y precisamente para celebrar ese atisbo
de vuelta a lo normalidad y para inaugurar el que es nuestro nuevo hogar, el
domingo, y ya que el tiempo por estos lares invitaba a ello, me decidí por
preparar un plato tan sabroso como contundente y con el que he de confesar que
se arriesga muy poco, pues mi público es un incondicional del mismo. Una fabada
que, todo hay que decirlo, fue confeccionada en parte con elementos autóctonos,
pero que dieron un resultado más que aceptable.
Una vez que finalizada la comida
me dispuse a rematarla con uno de los cigarros que guardo, o mejor dicho,
guardaba, en el humidor que tengo dedicado a las vitolas mas especiales. El
elegido para la ocasión fue un cigarro igual de contundente, al menos en
aspecto, que el plato que lo precedió.
Un Ramón Allones Grandes.
Se trata de un cigarro cuya
vitola de galera es Paco, con una longitud de 180mm y un cepo 49.
Un cigarro bonito, de aspecto
soberbio, con su capa carmelita y sus dos anillas, pues añade a la habitual de
la marca la que le identifica como una edición exclusiva para España.
En frio nos deja un intenso aroma
a cuero con notables recuerdos a tierra. Tras efectuar el corte con mi
inseparable cortapuros de doble hoja, ( creo que ya va necesitando un relevo ),
lo encendí y saboree la primera bocanada.
Ya desde los momentos iniciales
se descubre que no es un cigarro precisamente fuerte, mas bien su fortaleza la
podemos situar entre media o media-baja, pero si muy muy agradable.
Los sabores son bastante
lineales, apreciándose algunas notas tostadas y recuerdos a tierra y vegetales.
Poco a poco fue ganando en fortaleza, pero muy levemente, y en el segundo
tercio aparecieron algunas puntas amargas.
La combustión fue perfecta y
pareja durante toda la fumada y el tiro correcto. Un cigarro de sabores suaves,
no muy marcados y agradable aroma. En esta ocasión lo acompañe solamente con un
poco de agua. Eso si, con gas, pues es la costumbre de estas tierras.
Después de casi una hora y veinte
minutos hube de despedirme de un buen cigarro que me brindó un generoso rato de
relax disfrutando de mi nueva vida y mi nuevo hogar.
Una vez más fue todo un placer.