miércoles, 21 de diciembre de 2011

PURA ARTESANIA Y II

No hace mucho, dediqué unas líneas a hablar sobre el arte ( porque es así como yo lo considero ), del cultivo del tabaco y las diferentes labores necesarias para la fabricación de los cigarros.
En aquella ocasión me detuve a mitad del proceso. Y ahora ha llegado el momento de completar el relato del mismo.
Empezaremos donde lo dejamos, comenzando por el torcido.

El torcido del cigarro se realiza en la galera. Los torcedores, clasificados según su destreza, crean las distintas vitolas y marcas de Habanos. La "carrera" de un maestro torcedor, comienza
con al menos 2 años de aprendiz. Los que superan esta categoría, deberán trabajar mínimo 6 años más, para dominar todas las modalidades que existen. Los criterios de ascenso son muy rigurosos y pueden tardarse 20 años en alcanzar la categoría de maestro torcedor. Sólo los maestros torcedores, y no todos, tienen la capacidad de elaborar las vitolas más difíciles, sin duda, los grandes formatos.

¿Pero como se inicia la elaboración de un cigarro?
Un vez seleccionada la ligada, cantidad de tabaco de cada tipo ( volado, seco o ligero ), que conformará el cigarro, las manos de la torcedora preparan el capote, cuya misión es sujetar la tripa.
Para este fin se emplean las hojas de la parte media de la planta del tabaco, más flexibles y resistentes. 


La tripa, el corazón del cigarro, contiene los tres tipos diferentes de tabaco antes mencionados: ligero, seco y volado; el ligero, procede de la parte alta de la planta, es la hoja que aporta la fortaleza al sabor del puro; el seco, se obtiene del centro de la planta y es el que aporta el aroma al cigarro; el volado son las hojas de la parte baja de la planta, y aportan la combustibilidad al cigarro.
La mezcla de dichos tabacos, que se denomina "ligada", constituye la "receta" de los maestros tabaqueros, y es diferente para cada vitola y marca, dando personalidad propia a cada cigarro.
La unión de la tripa y el capote es un paso fundamental, ya que tiene como objeto lograr la consistencia y forma del cigarro. El capote tiene, por tanto, la finalidad de mantener unida la tripa.
Un vez elaborada la tripa, el torcedor  procede al cierre del capote sobre la misma. Para ello, calcula la longitud que debe tener el cigarro y  envuelve el capote sobre la tripa de un modo definitivo. El capote con la tripa forma el tirulo (también llamado empuño o bunche), que no es sino un puro desprovisto de capa. Después, los tirulos se colocan en filas de unas 10 unidades sobre moldes de madera del tamaño del producto final deseado.

Esta operación tiene por finalidad el moldeado del cigarro, para que este  quede prensado y las hojas sujetas antes de empezar a colocar la capa; esta es probablemente la operación más delicada de todo el proceso.

La siguiente fase es el  prensado. Durante esta,  los moldes se introducen en una prensa, que aplica la presión necesaria para que los cigarros adquieran forma. Durante los cuarenta y cinco minutos que dura el prensado, los puros giran con regularidad para crear el contorno cilíndrico deseado. La prensa es todo un símbolo de los torcedores; La forma de poner las cajas, el grado y tiempo de presión son propios de cada uno de los maestros y uno de sus mayores secretos.

Las  hojas que se utilizarán para la capa  son elegidas con especial cuidado porque deben tener un color, una textura y un brillo inmejorable; es, por tanto, una parte clave del proceso, pues dará  la imagen que al final tendrá el cigarro.
La capa debe ser alisada antes de pasar a la fase siguiente, el corte.

                                                                 

El torcedor corta la capa con una cuchilla curva, llamada chaveta, con la que prepara el que será el "vestido" final del cigarro.
El tipo de corte es decisivo para lograr un buen acabado y va en función de la vitola que se vaya a torcer. Se utiliza solo el centro de la hoja, para que no ofrezca las venas del exterior.

Una vez preparada la hoja de la capa, el torcedor tiene que colocar esta hoja perfectamente, de forma que quede lo más sujeta y estirada posible. La punta de la hoja debe quedar en el pie y la base de la hoja en la cabeza; así, el tabaco es más suave en las primeras caladas.

Esta operación de enrollado de la capa finaliza utilizando la chaveta y cortando la hoja a medida para la elaboración de la perilla, que es la parte del cigarro que mantiene enrolladas todas las hojas.  Esta se fija en la cabeza con goma vegetal tragacanto; es lo que se denomina como “vuelo”.

                                                                               
Ya en la última fase de elaboración del cigarro, se corta con una sencilla cortadora de guillotina para así conseguir la longitud del cigarro adecuada de cada vitola. Después, en un cepo de madera comprueba que el Habano se ajusta a las medidas exactas de su vitola.
 Comprobada forma y tamaño, los cigarros se amarran con una cinta suave en mazos de 50 y pasan a la cámara de fumigación al vacío, donde se inmunizan contra las plagas.

 

Aún quedan otras fases del proceso que en alguna futura y no muy lejana ocasión relatará para completar el relato, pero por ahora lo dejaremos aquí, no antes sin confesar que estas breves líneas me han despertado el deseo de probar otro de esos cigarros de los que hablo. Tengan por seguro que será todo un placer.

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