sábado, 29 de octubre de 2011

CORTE Y ENCENDIDO

Como ya hace algún tiempo expuse, uno de lo fines que pretendo es compartir mis experiencias y difundir la cultura del habano. Y dentro de esta afición, ya he tocado algún aspecto que tal vez pueda ayudar a quien se inicie en este mundo, como ha sido algo de historia o unas someras nociones de maridaje.
En esta ocasión voy a dedicar unas líneas a un aspecto muy importante a la hora de disfrutar de nuestros cigarros. Me refiero al corte y encendido de estos.

Estas dos acciones, que a priori pueden parecer banales o rutinarias, son fundamentales, pueden influir en la fortaleza de algunos cigarros como es el caso de los figurados y si no son realizadas correctamente pueden arruinar nuestra fumada.

En lo que se refiere al corte lo primero es elegir la herramienta a utilizar. La gama es muy amplia, y podemos encontrar cortapuros de guillotina, de hoja simple, de doble hoja, de tijera, troquel o bala y bisel o pico de loro. Un dato a tener en cuenta a la hora de elegirlo es el diámetro o cepo de nuestro cigarro, especialmente si se trata de un cortapuros del tipo troquel.

Como en todo, hay defensores y detractores de cada uno de los tipos de cortapuros. Yo en mi caso siempre suelo decantarme por los de doble hoja, y en alguna ocasión por los de tijera, si bien es cierto que este último debe estar convenientemente afilado, pues de lo contrario el resultado puede ser un grave estropicio.

                                      
Una vez elegido nuestro cortapuros llega el momento del corte. El corte se realiza para retirar la “perilla”, esa pequeña caperuza de tabaco que cierra nuestro cigarro, a fin de permitir el paso del aire cuando aspiremos.

Si realizamos un corte demasiado grande, sobrepasando en demasía la perilla y el tabaco que mantiene prietas las hojas del cigarro, la capa se desenrollará dejando nuestro cigarro inservible. Si por el contrario no retiramos la perilla por completo el tiro será dificultoso.
Otro dato a tener en cuenta es la dirección del corte. Si este no es completamente recto la combustión no será uniforme y nos veremos obligados a realizar constantes rectificaciones de esta con nuestro encendedor durante la fumada.

Algunos fumadores, entre los que me incluyo, suelen humedecer un poco la perilla antes del corte, de ese modo evitamos un corte irregular y que si el cigarro está un poco seco este sea mayor de lo deseado.

Con los cigarros figurados el corte cobra una especial relevancia, pues en primer lugar no todos los cortapuros son adecuados para este tipo de puros. Los de troquel y bisel son definitivamente inservibles para estas vitolas, ( campana, pirámides, etc ). El resto son aptos, si bien yo personalmente me inclino por el de doble hoja o el de tijera.

Una vez hemos realizado el corte, llega el momento del encendido. Para esta operación es fundamental una sola premisa, emplear un encendedor de gas o cerillas de madera, pero jamás un encendedor de gasolina o cerillas de cera. El motivo es no prender nuestro cigarro con una llama que pueda transmitir sabor u olor al mismo. También podemos emplear laminas de madera de cedro, encendiéndolas primero y dando fuego a nuestro cigarro después con ellas. La principal característica del cedro, además de conservar la humedad es que no transmite ningún tipo de olor, por ello es el material empleado para fabricar los humidores.

De nuevo aquí la gama de encendedores es muy amplia, si bien en mi opinión los más adecuados son los llamados “torch”, pues con ellos nos aseguramos un encendido uniforme, a la vez que una brasa casi perfecta y rápida.

                                                

Respecto al momento del encendido también hay diversidad de opiniones. Hay quien procede al mismo antes de efectuar el corte. De ese modo cuando cortemos el cigarro y aspiremos el humo este habrá adquirido ya un poco de temperatura y nos proporcionará una primera bocanada más sabrosa. Aunque lo habitual es realizar primero el corte y después encender el cigarro.

En ambos casos el modo de encenderlo es el mismo. Aplicaremos la llama a una distancia suficiente para no quemar la capa al tiempo que giramos el cigarro entre nuestros dedos para aplicar esta en toda su circunferencia. Una vez que comprobemos que se ha formado una brasa uniforme y de un espesor de aproximadamente un milímetro llevaremos el cigarro a la boca y aspiraremos para completar el encendido.
Si comprobamos que este no es el deseado podemos rematar la operación aplicando de nuevo la llama con el cigarro en nuestros labios al tiempo que lo giramos y aspiramos suavemente. 

Y una vez finalizada esta operación, solo nos queda relajarnos y disfrutar de lo que sin duda es todo un placer.

3 comentarios:

  1. Si fuese capaz de fumarme un puro y quedarme ahí lo haría.
    He aprendido.
    Un abrazo

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  2. Muy bueno , he aprendido algo , me dejaras hacerte un link a mi blog?

    nene-garcia.blogspot.com

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