domingo, 16 de septiembre de 2012

EL RETIRO SOÑADO


No hace mucho, en un  post reciente, hice referencia o uno de esos lugares que considero “especiales”. En este caso, no es solo por lo que significa en lo personal y por todo lo que he vivido en él, sino porque es uno de esos lugares, que a simple vista no ofrece nada fuera de lo común, pero que tiene un encanto especial. Y tal vez ese sea su mayor encanto, que es un lugar muy común, donde uno puede perderse, pasar totalmente inadvertido, llevar una vida simple y disfrutar de los pequeños placeres cotidianos que se nos ofrecen cada día.

El lugar en cuestión es La Cala del Moral. Un pequeño pueblecito situado en la costa malagueña, a tan solo unos doce kilómetros de la capital y perteneciente al municipio del Rincón de la Victoria.
                                                              

Allí llegue por primera vez en el verano de 1985, y desde entonces no he dejado de volver ni un solo año.

Es un pueblo de ambiente familiar, afortunadamente aún no masificado ni siquiera en los meses de verano, que aún conserva la mayoría de las pequeñas casas de pescadores que antiguamente eran sus únicos moradores.

Desde su paseo marítimo se tiene un vista privilegiada de la bahía de Málaga.
                                                                                 

Sus playas han sido testigos de mis inicios en el mundo de la pesca, otro de mis hobbies, no siempre con igual fortuna en mis lances, y aun hoy día suelo pasar alguna que otra tarde buscando la picada de herreras, sargos o palometas.

En una ya lejana mañana de  agosto me encontraba allí cuando me dieron una de las noticias más importantes de mi vida y que marcaría el inicio de mi carrera profesional.

También es el lugar donde conocí a la que hoy es mi mujer, y en su pequeña iglesia, que pude ver como se levantaba desde sus cimientos, gracias al esfuerzo y tesón de D. Manuel,  fueron bautizadas mis hijas.

He tenido la gran fortuna de observar de niño como se recogía el copo, tradicional arte de pesca malagueña, incluso en alguna ocasión mis manos colaboraron a tan esforzada tarea, teniendo como recompensa el ver los cubos llenos de los exquisitos y codiciados chanquetes.
                                                         

Como queda patente, es un lugar muy importante y especial para mí, tanto que si algo tengo,  o mejor dicho, tenemos claro a estas alturas de nuestra vida, es que es el lugar en el que pasaremos nuestros días de retiro. El lugar donde espero poder relajarme cada día y disfrutar de mis habanos ya sea a la orilla del mar esperando esas codiciadas herreras o ya sea simplemente sentado disfrutando de las maravillosas vistas.

Los amaneceres, viendo salir el sol tras los acantilados de el Cantal son espectaculares, y no lo son menos los atardeceres con la bahía de Málaga al fondo.
                                                                              
Un lugar que merece la pena visitar y que no podía dejar de mencionar en este espacio.

Un lugar que es todo un placer.

 

1 comentario:

  1. En ese pueblo, y posiblemente en esa Iglesia que dices, se casó mi cuñado.
    La verdad es que es muy bonito, casi comparable con San Sebastián.

    ResponderEliminar