Hoy me asomo de nuevo a este
espacio para compartir una de mis incursiones en el mundo de la repostería.
Probablemente con la que pueda que sea mi tarta favorita, bueno, compartiendo
ese puesto con otra realmente especial y que pronto compartiré también cono
todos los que tengan la amabilidad de visitar este pequeño rincón de la red.
Se trata de la tarta de queso.
Una tarta de sencilla preparación y que puede ser un magnífico colofón a
cualquier comida.
Para elaborarla empleé para la
base dos paquetes de galletas ( unas 20 o 25 aproximadamente ) tipo chiquilín o
similar, yo las use de una conocida marca blanca, unos 80 gramos de mantequilla
y un par de cucharaditas de azúcar vainillado.
Para el relleno necesitamos dos
tarrinas de queso de untar ( 400 gr ) un yogurt griego, 200gr de azúcar, 6
huevos y dos yemas y tres cucharadas de harina de repostería.
La cobertura es al gusto, para
ello podemos emplear mermelada de la que más nos guste. Yo por ser un poco purista
utilicé confitura de arándanos.
Bueno pues ya que tenemos los
ingredientes vamos a la tarea.
En primer lugar, y mientras calentamos
el horno a 180º, trituramos las galletas hasta convertirlas en una especie de harina. Cuanto más molidas
mejor nos quedará la base. Un consejo, lo mejor es hacerlo con la batidora. El
que suscribe lo hizo totalmente a mano y créanme, hasta lograr la textura
deseada el brazo sufrió lo suyo.
Una vez tengamos las galletas
trituradas derretimos la mantequilla, y cuando este líquida la mezclamos con
las galletas y el azúcar vainillado, formando una pasta lo más homogénea
posible.
Sobre la base un molde de horno desmontable
extendemos la pasta lograda con la ayuda de una cuchara o los dedos, procurando
elevarla un poco por los bordes.
Introducimos el molde con la
pasta en el horno y dejamos cocer unos diez minutos al objeto de lograr que
pierda la humedad de la mantequilla y se dore.
En un bol colocamos el azúcar junto
con los huevos. Lo batimos todo hasta lograr una mezcla lo más uniforme
posible. Nos ha de quedar algo espumosa y blanquecina.
Añadimos el queso, el yogurt y
las cucharadas de harina y batimos todo hasta que la nos quede una masa
uniforme y sin grumos. Esto último es muy importante.
Para entonces la base ya estará
casi crujiente. La retiramos del horno, dejamos que enfríe un poco y vertemos
sobre el molde todo el relleno.
Subimos la temperatura a 200º y
lo introducimos en el horno no sin antes tapar con papel de aluminio para
evitar que se nos queme.
Pasados diez minutos bajamos la
temperatura a 180º y dejamos cocer una hora más.
Transcurrido ese tiempo con un
tenedor o con una barra de brochetas comprobamos si el interior de la tarta
está aún húmedo o no. Si es así la dejaremos unos minutos más. Si por lo
contrario este sale seco apagamos el horno y dejamos la puerta entreabierta
para que la temperatura vaya bajando poco a poco.
Una vez enfriada sacamos la tarta
y la desmoldamos. La textura debe ser similar a la de un flan solo que un poco
más consistente.
La cubrimos con la confitura elegida y la dejamos en
la nevera hasta el día siguiente. Se que será difícil tener paciencia, sobre
todo para los más golosos de la casa ( que no siempre son los más pequeños )
pero créanme merece la pena esperar. Y cuando llegue el momento no duden de que
será, todo un placer.
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