Poco a poco he ido acumulando en
mi húmidor una pequeña colección de lo que yo considero pequeñas joyas que
trato de cuidar con esmero y que espero al momento adecuado para degustarlas.
Entre ellas guardaba un par de
Montecristo Sublimes, Edición Limitada de 2008, que he dejado añejarse durante cuatro años.
Y hoy, después de probar una
receta recomendada por La cova del Llop Marí (http://la-cova-del-llop-mari.blogspot.com.es/
)he decidido rematar la tarde encendiendo uno de esos Montecristo, maridándolo
con un whisky no muy difundido y que también guardaba con el mismo esmero. Y ha
sido todo un acierto.
La receta en cuestión ha sido
unos filetes de salmón fresco en salsa de limón y azafrán acompañados con unar verduritas al vapor aromatizadas con con curry y orégano. Un plato sencillo,
sabroso, ligero y sencillamente
espectacular. Creo que cualquiera que entre en este espacio debería atreverse
con ella, el éxito está garantizado.
El cigarro es una vitola de
galera Sublime, con una longitud de 160mm y un cepo 54, elaborado con tabaco
sometido a una doble fermentación.
Un cigarro de aspecto imponente,
con una capa en origen carmelita oscuro a la que los años en el humidor han ido
oscureciendo aún más. En frio nos deja aromas muy profundos a tabaco, heno y
cuero.
Como maridaje he escogido un
whisky blended de doce años, un Old Parr. Whisky de un precioso color dorado,
muy limpio, que en nariz es ligero y fresco con un toque floral y leves notas
de roble. Como curiosidad reseñar la leyenda nos cuenta que el viejo Parr, al cual debemos esta delicatessen llegó a vivir 152 años, y así queda reflejado en la original labrada botella en la que se nos presenta.
En boca percibimos esa misma
limpieza, con recuerdos a melocotón, almíbar y fruta madura.
Desde la primera bocanada, el
cigarro se muestra increíblemente sabroso, proporcionando bocanadas muy amplias
y aromáticas.
Apreciamos en su primer tercio
algunas notas a cacao, y frutos secos, dejándonos al final algunas puntas
dulzonas.
En este estadio de la fumada, la
combinación con el whisky denota la preeminencia de este último, proporcionándonos
unas leves puntas amargas.
A partir de este punto, y
entrando en el segundo tercio del cigarro, comienzan a desvelarse sabores con
recuerdos a tierra, manteniéndose el cacao y apareciendo de un modo algo más
marcado la madera.
Según avanzamos en la fumada la
fortaleza se acrecienta, y la conjunción con el whisky nos descubre un complejo
conjunto equilibrado de sabores que yo calificaría de espectacular, haciendo
que el paso en boca sea extremadamente agradable y suave.
Es entrando en el tercer tercio
cuando a la par que aumenta la fortaleza del cigarro y disminuyen las puntas
dulzonas se incrementan los sabores terrosos y en armonía con el whisky nos
deja una muy agradable cremosidad en boca.
Tanto el tiro como la combustión
son perfectos, no siendo necesaria la rectificación en ningún momento.
Una fumada de las que nos cuesta trabajo asumir que ha
de finalizar y cuyo maridaje con este espirituoso nos dejará plenamente
satisfechos. Como siempre, todo un placer.
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